Transcurridos casi once antilde;os desde la creación de la Convención de Lucha contra la Desertificación, se conocen las causas y se saben las consecuencias. Pero los respectivos países continúan mostrando indiferencia y aún no se han alcanzado resultados para evitar que la desertificación y la sequía afecten a una quinta parte de la población mundial. Naciones Unidas y los gobiernos deben pasar de los debates ideológicos a la toma de decisiones. No sólo deben ratificar las medidas adoptadas por Naciones Unidas, sino que deben cumplir los compromisos adquiridos, invirtiendo los recursos económicos necesarios para frenar la desertificación.
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